Friday, July 9, 2010

Dichos norteños

Para todos aquellos que has convivido con los norteños, seguramente se han dado cuenta que su vocabulario es diferente al de los demás. Para evitarse malos entendidos, les cuento la historia de Indigo:


Cuando Indigo tenía 24 años tenía más habilidades que cualquiera de sus amigos. Sabía de plomería, mecánica y electrónica. Pero sobre todo, sus habilidades sociales eran las más sorprendentes. Aquella facilidad de palabra y confianza actuaban sobre las mujeres como un imán sobre un alfiler: sin ser él ni tan guapo ni tan feo, no había mujer que le negara acompañarlo a algún evento.

Por lo mismo, no nos asombraba que Indigo tuviera una novia tan guapa como Sarah. Al menos tres veces por semana la visitaba en casa su papá, Fernando. Don Fernando era el típico regio macho Mexicano de la época de Pedro Infante. No cargaba con pistola nada más porque no le hacía juego con sus botas de piel de víbora. Voz grave y profunda, 1.90m de estatura y bigotón. Su última esposa lo abandonó cuando un día él la amenazó con su machete. Siendo Sarah su única hija, Don Fernando era sumamente celoso. A la menor sospecha echaba bala y los morritos (así se dice niño en el norte) salían con la cola entre las patas.

Pero con Indigo no pasó así. Poco a poco el carisma de Indigo hipnotizó también a Don Fernando y al enterarse de sus habilidades pensó en sacarle provecho al muchacho, que seguramente estaba haciendo lo mismo con su hija.

Don Fernando aparecía en las mañanas para despedir a su hija con comentarios como:
-Oye Sarah, ¿porque no invitas a Indigo a cenar mañana? Quiero ver si me echa la mano porque el congelador ya no está enfriando.-

-Ay mija, que crees… ayer estaba viendo una película y se descompuso el DVD. ¿Crees que al rato en la noche Indigo le pueda echar un ojo?-

Al cabo de un par de meses, Indigo ya había arreglado el refrigerador, el DVD, la tele blanco y negro, la videocasetera VHS, un atari y el famoso juego “operando”. Esta era la estrategia de Don Fernando para que Indigo se ocupara en otras cosas en vez de Sarah mientras él veía el partido de los rayados en el cuarto de la tele. Una noche hasta lo puso a bolear sus botas!

A pesar del gran carisma de Indigo, la falta de “acción”, le estaba provocando resentimiento contra Don Fernando y ya no aguantaba las ganas de ponerle las manos encima a Sarah.

Un viernes en la noche mientras cenaban los tres, Don Fernando le pidió a Indigo que le ayduara a colgar unas cortinas nuevas en la sala. Don Fernando las había comprado para combatir el bochorno que causaba el sol en aquellos días de verano. Aunque había clima (así se dice aire acondicionado en el norte) en la casa, a Don Fernando se le hacía muy caro prenderlo.

Sin tratar de mostrar su enojo, Indigo acepto. Esa noche, Indigo y Sarah habían planeado salir a una fiesta y él ya venía vestido y perfumado para la ocasión. Pensar en el polvo que le iba a caer en la cara, y el sudor que lo iba a perseguir el resto de la noche lo torturaba más que arreglar las cosas de Don Fernando.

-Indigo, mientras tú y mi papá hacen lo de las cortinas, yo me meto a bañar para no perder tiempo.-

La tortura era aun peor. La imagen de Sarah en la regadera, desnuda, con agua fresca corriendo por su blanca piel mientras él sudaba como puerco y escuchaba jadear a Don Fernando. Pero por fin terminó. Don Fernando se sentía orgulloso de sus cortinas nuevas y una vez más había logrado mantener a su apasionado inquilino lejos de su hija. Confiado en que ya faltaba poco para la fiesta, Don Fernando decidió salir antes que ellos a pistear (así se dice tomar con los cuates en el norte).

Indigo, empolvado como mazapán y oliendo a futbolista, se sentó en la sala a ver la tele, Mientras tanto, Sarah seguía en el baño. En un instante de venganza e insensatez, Indigo abrió la puerta del baño, se quitó la ropa y se metió a la regadera con Sarah.

-¿Que haces aqui!?-
 -Me voy a bañar contigo; estoy todo sudado. Y además ya se fue tu papá.-
No terminaba de decir eso cuando se escuchó un fuerte golpe en la puerta…

-¿Sarah? ¿Dónde está Indigo?-

Por la mente de Indigo pasaron las imágenes del machete, las botas de víbora, la hebilla del cinturón con el escudo mexicano, y los puños extra grandes y peludos de Don Fernando. Inmediatamente se puso pecho a tierra y levanto la cabeza lo suficiente para no ahogarse en el agua.

Aquella agua que momentos antes imaginaba fresca parecía ahora directa de la Antártida. Los pulmones contraídos, la piel erizada y el ritmo cardiaco a toda velocidad.

- Ay… bajó al coche por algo. ¿Por qué?
-Ah, es que fíjate que necesito que me ayude a cambiar la llanta de la pikap (así se dice camioneta en el norte). Aquí lo espero mientras regresa.-

El ritmo cardiaco aumentó aun más. Las voces ya se escuchaban distantes y el baño parecía dar vueltas alrededor de Indigo.

Sarah cerró la llave de la regadera y actuando como si nada, salió del baño.

-Pues quien sabe a donde fue. Seguramente fue a comprar cigarros al super. Si quieres yo le digo lo de la llanta cuando llegue.-

Mientras Sarah intentaba sacar a Don Fernando de la casa Indigo perdía el conocimiento en el agua helada. Los labios azules, los dedos de las manos dormidos, las nalgas congeladas.

Por fin, Sarah logró convencer a Don Fernando que Indigo no estaba y lo mando al pisto en chencho (así se dice transporte colectivo en el norte). En seguida fue al baño y encontró a Indigo rígido como tabla sobre un charco de agua. Tintes de azul bordeaban cada costilla, la piel erizada y las venas expuestas.

-Ay, Indigo te ves de la chingada (asi se dice te quiero mucho en el norte)-

No comments:

Post a Comment