Tuesday, August 16, 2011

Un rapidito en la mañana

En la pubertad, tener coche es uno de los privilegios que más provecho le pueden sacar los adolescentes. Al momento de obtener tan codiciado patrimonio, el puberto es libre. Se libera de la esclavitud del camión de la escuela y se libera de la pena de que la mamá tenga que ir por él a cualquier lugar. Pero lo más importante, en el caso del hombre, es que adquiere la libertad de llevar a la novia (casi nunca al novio porque la comunidad gay de mi generación salió del closet una década después) de paseo sin tener que rendir cuentas a nadie.

No fue mi caso. Al menos durante varios años de mi pubertad fui cautivo del horrendo camión amarillo dentro del cual se inhalan gases tóxicos que lo dejan a uno en estado inadecuado para estudiar; con asientos tan ajustados que uno no se puede sentar derecho e inevitablemente se pega en la cabeza cuando pasan los topes; y la invariable ventana que nunca se puede cerrar y en la mañana la brisa le deja un cachete paralizado.

Por suerte, uno de mis mejores amigos manejaba su propio vocho azul desde los 10 años. La única desventaja que ahora reconoce viéndolo en retrospectiva, es que al parecer no pasó por la pubertad. La voz no le cambió gradualmente como a todos los demás... más bien un día mientras manejaba y cantaba, paso un bache y la voz bajó tres o cuatro registros. Tampoco sufrió con el súbito incremento de producción hormonal que deja a la mayoría pensando únicamente en sexo... el fue un poco más precóz y a los once años ya habia amanecido entre las piernas de varias mujeres. Ese era mi amigo Ruben.

Lunes, 6:45 am, tercero de secundaria. Suena la alarma, en mi sueño el ruido de la alarma se transforma en una placentera melodía que me arruya otros cinco minutos. Esos minutos en los que los sueños son más vívidos y el subconciente nos regala la escena ídeal con el amor platónico; suficientes para poner el superávit de hormonas en paz. 6:50 entra mi mamá: levántate que se te va a ir el camión!. El amor platónico se esfuma justo antes de quitarse la camisa. La placentera melodía cambia por un incesante golpeo en la cabeza.

Sin muchas ganas, pero sabiendo que es peor perder el camión que levantarse temprano, me meto a la regadera, me pongo una camisa y lo mismo que el día anterior. Me cuelgo la mochila, me tomo un vaso de jugo, agarro la guitarra para la clase de música, y la clásica torta de jamón.

Con el pelo aún mojado salgo a la calle para encontrar al camión. Son dos o tres cuadras de incertidumbre...a veces el camión pasa un poco más temprano y el chofer, como buen autómata, no ve niño y se sigue a la siguiente dirección. Pero a veces el camión pasa más tarde, y de la misma manera, como buen autómata hace lo posible por llegar a la hora indicada y maneja el torpedo amarillo como si tuviera la suspensión de una Range Rover.

Al dar la vuelta en la esquina, veo el camión parado en el semáforo. Como sherpa del Himalaya, salí corriendo con todos mis bultos sólo para ver prenderse el foco verde y el camión pasar. El autómata ni siquiera volteó a buscarme y los demás alumnos, como llevaban el cachete paralizado, no pudieron avisar.

Igual, como sherpa, pero derrotado llegue jadeando a la avenida y vi al camión alejarse y mis esperanzas murieron. Pero no duró mucho mi tristeza... cuando voltee a buscar un pecero, a lo lejos vi un vochito azul. Es baja la probabilidad, pero ¿que tan grande sería mi suerte si fuera el vocho de Ruben? Entre más se acercaba más me emocionaba. Tras el parabrisas empañado, con huella de mano como la del titanic, empezaba a distinguir la figura de Ruben. Por fin llegó al semaforo, se prendió el foco rojo y justo frente a mi estaba Ruben con su novia al lado (eso explicaba la huella). Sin siquiera pensarlo agarré mis bultos y di paso hacia el coche. Ruben, al ver mis intenciones con la mirada fija en mis ojos, levanto el dedo índice sin soltar las manos del volante, y lo movio de un lado a otro dándome a entender que no me iba a llevar!

Un par de semanas después me encontré a Ruben y le reclamé:

- ¿Que no viste que me había dejado el camión? ¡Vamos al mismo lugar! ¿Que te costaba darme un aventón?
- Perdón, no podía.
- ¿Cómo que no podías? ¡¿Que pinche excusa es esa?!
- Es que me iba a echar un mañanero con mi novia

¿Que le dices?