Monday, July 12, 2010

Burocracia en la Delegación Cuajimalpa

No hay nada que haga enojar a un azteca como la burocracia en cualquier delegación de la ciudad. Pero en ésta ocasión iba yo de buen humor y con tiempo para perder, así que hice las cosas de otra manera…

Una buena tarde de verano en la defectuosa ciudad de México, manejaba en mi gran Pointer bajo una lluvia torrencial. Una de esas tormentas en las que silenciosamente le mentas la madre al que te vendió las gomas del limpia parabrisas porque además de que no ves nada, hay un constante chillido ensordecedor. Gracias a estas condiciones y que el drenaje de la ciudad está planeado para aguantar el volumen de lluvia anual del desierto de Sonora fui a caer en una coladera abierta. La centré en mi llanta delantera y mi gran Pointer entró en coma.

Afortunadamente llevaba conmigo una cámara y antes de que la ambulancia (grúa) se llevara al Pointer tomé fotos para la evidencia que iba a necesitar para demandar a la delegación Cuajimalpa. Y aquí empieza el relato:

Sábado por la mañana le pido prestado el coche a un amigo y me voy a la delegación. Claro, como es fin de semana, la plaza está llena de juegos mecánicos, estudiantes de peluquería y puestos de misceláneas. Ya sudado y oliendo a esquite, entré a la oficina de la delegación donde me recibieron la licenciada Rosalba y sus tremendas tetas que rogaban salir del corset que había usado hace veinte años.

Sin levantar la mirada mientras se pintaba la uña del dedo gordo pregunta ¿a qué viene joven?

-A levantar una declaración porque caí en una coladera y mi Pointer está en terapia intensiva.

Todavía sin levantar la mirada, pero ya pintando el dedo anular – uy, pues el abogado no ha llegado; si gusta espérelo.

Rosalba no había terminado la segunda mando cuando por fin llegó el abogado. –Pásele por aquí joven. Me dijo el abogado. Y me pasó a su cubículo en el que había un escritorio, dos sillas, y una computadora que abarcaba dos terceras partes del escritorio. –A ver joven, me va a llenar ésta acta con los hechos ocurridos.

-Si claro. ¿Me presta una pluma?

-Uy, no. Aquí no tenemos plumas.

- ¿Cómo que no tienen plumas?

-No. El jefe no nos da porque no le alcanza.

-¿Y entonces cómo trabajan?

Esta última pregunta ya no me la contesto y más bien me hizo cara de que no estuviera chingando. Ahorita vengo – le digo al abogado, y salí a la plaza a buscar una pluma. En uno de esos puestos de miscelánea, junto al de los churros, encontré una caja, y en vez de comprar sólo una, compre la caja entera… doce plumas bic.

Regresé a la oficina y de camino al cubículo del abogado pase por el escritorio de cada uno de los empleados y les regalé una pluma. Bueno, hasta Rosalba levanto la cabeza para darme una sonrisa. El abogado estaba tan contento que cuando terminé de llenar el acta llamó a los peritos y les mostró las fotos con la evidencia.

Al menos ya pasamos por el primer obstáculo, pensaba yo mientras ellos leían el acta y verificaban las fotos.

-Joven, vamos a tener que acudir al lugar de los hechos para verificar.

-¿A verificar que? Ahí están las fotos, el Pointer está en algún taller con las tripas de fuera.

-Sí, pero de todos modos tenemos que ir.

-Bueno, pues ándale… vayan.

-Sí, pero será hasta el lunes porque el jefe se llevo el coche a una fiesta en el pueblo.

No me chingues. Ya ni pregunté si era el único coche de la delegación.

-¡Pues no se preocupe ingeniero porque yo traigo coche y yo los llevo!

Los dos peritos voltearon a ver al abogado como para pedir permiso y sin que les dijera nada agarraron sus instrumentos y salieron hacia el estacionamiento. Acto seguido, bajábamos por la carretera de Toluca dos peritos, una colección de herramientas obsoleta y yo. Todos embutidos en un vocho del ´78 decorado con estampas de la campaña de Salinas de Gortari por un lado y de Colosio por el otro.

Ya en la calle del accidente le indique al perito el punto exacto del impacto. Claro, ahora la coladera ya estaba tapada, pero yo tenía la evidencia que la mostraba abierta. Los peritos pasaron a calcular el diámetro de la coladera, su posición en relación a la banqueta y las dimensiones de la calle; también hicieron un boceto de los alrededores, localizaron nuestra ubicación en un mapa de elevación, y creo que hasta hicieron un sudoku. Ya estaban encaminados en la solución del teorema de Pitágoras cuando me acerque a preguntar ¿Qué onda?

Y me dice el perito mayor – Oiga joven, fíjese que no podemos tramitar ésta denuncia en la delegación Cuajimalpa porque el accidente no ocurrió dentro de nuestras delimitaciones.

-¿Y para eso tuvimos que venir hasta acá? A ver, ahí donde calculaste la derivada de la circunferencia de la coladera y nos localizaste en el mapa, ¿Qué dice?

-No pues ahí en el mapa si aparece como la delegación Cuajimalpa.

- ¿Y entonces cual es el problema?

-El problema es que la tapa de la coladera dice delegación Miguel Hidalgo.

- ¿O sea que después de horas y horas de mediciones y derroche de intelecto matemático, la conclusión es que la tapa dice “Miguel Hidalgo” y ya por eso no va a seguir el proceso?

-Pues mire joven, vamos a hacer una excepción porque la información que tenemos es ambigua.

Ambiguas mis nalgas. Pero mejor eso a que me manden a la delegación Miguel Hidalgo con Gabriela Cuevas. De ahí salgo sin denuncia y hasta me clausuran la entrada a mi antro favorito.

Total, que regresé a los peritos a la delegación, tramitaron mi denuncia y después de 4 meses me hablaron para avisarme que había de dos: me pagaban los daños incurridos menos impuestos, o podíamos iniciar una denuncia en el juzgado para reclamar el pago por el total. Para entonces ya no tenía ganas ni tiempo para echarme otro round con los burócratas, así que aproveche la ocasión para saludar a Rosalba y a sus gemelas y recoger mi cheque.

Fin.

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