Friday, January 13, 2017

Jefe de Jefes

Recuerdo las mañanas frías camino a la secundaria. Todos los días la misma rutina: dormir hasta el último minuto, desayunar, lavarme los dientes, buscar la mochila, caminar a la parada  y esperar a que llegue el camión de la escuela. Bañarse, buscar ropa limpia y una alternativa a los tenis eran comodidades no tan valiosas como esos diez minutos extra en la almohada. Claro, si uno siempre usa los mismos tenis, sudadera y jeans, no es tan complicado escapar de esa locura mañanera. La última parada en la ruta del camión, como a 12 minutos de camino, era en la siguiente colonia, donde vivía mi amigo Sancho. Recuerdo que eran más o menos 12 minutos porque el chofer siempre escuchaba el mismo casete de música grupera y nos tomaba casi 3 canciones para que Sancho se subiera al camión. Entre ellas, clásicos como “al gato y al ratón” de la Banda Machos, y “secreto de amor” de Joan Sebastian. 

Casi como si estuviera ensayado, cada pasajero del camión se subía con su propia estrofa de la canción en turno. Para mí y los de mi parada era Inalcanzable de los Bukis “…y no voy a renunciar, no daré un paso atrás”; para Sancho era Entrega de Amor de los Angeles Azules “...veo que te sueltas el pelo mirándote al espejo mirándote a los ojos”Se notaba que a Sancho no le molestaba despertarse en las mañanas. El se subía al camión recién bañado, con botas lustradas,  peinado y hasta con gel; eso sí siempre con jeans pero bien combinado y con un toque perfecto de loción. Además ya venía muy platicador por lo que me imagino que se daba unos buenos desayunos. Esa cumbia le quedaba perfecta. Caminaba por el pasillo del camión hasta la parte trasera, no muy lento pero haciéndose notar, y sin cruzar miradas pero suficiente como para elevarle el pulso a las quinceañeras.  

Una de esas mañanas me la jugué más de lo debido y se me fue el camión. Mochila a la espalda, como el Pípila de Guanajuato, me eché a correr hacia la casa de Sancho. A ritmo de cumbia pasaban las cuadras y mientras, bajo cada respiro yo recitaba “…al gato y al ratón jugabas con mi amor, al gato y al ratón sin consideración”. Cuando por fin llegue a casa de Sacho ahí estaba él, perfumado y relamido, cual cowboy citadino, listo para hacer su entrada galante al camión.  

Pero fue otra mañana la que más me sorprendió. Esa vez me desperté tan tarde que solo me dio tiempo para hacer unas gárgaras de enjuague. Por suerte, en mi parada había un pecero que iba camino hacia casa de Sancho. Este chofer también tocaba cumbias pero de un CD pirata y con un sistema de audio mucho más potente. El pecero estaba tan pimpeado por dentro que cualquier otro chofer desearía manejarlo. Llevaba luces de neón alrededor del techo, una virgen de guadalupe en la esquina justo por encima del volante, un retrovisor de metro y medio de largo con el que el chofer se daba sus tacos de ojo, y la indispensable estampa del niño meando en la ventana trasera. Una hermosura de pecero  

Al entrar a la colonia ya ni siquiera tuve que caminar hasta casa de Sancho; encontré el camión de la escuela parado, con 2 soldados impidiendo su paso. Esta vez subí al camión sin música de fondo, caminé en silencio hasta mi lugar de costumbre pero no estaba Sancho. Pensé que lo más probable era que se hubiera enfermado, pero ¿que estaba pasando con el camión? Estaría descompuesto o una llanta ponchada? El chofer no decía nada y los alumnos platicaban con el vecino. Y así estuvimos unos diez minutos hasta que de pronto el chofer arranca el camión y al mismo tiempo que se escucha "soy el jefe de jefes señores, me respetan a todos niveles...", un clásico de los Tigres del Norte, Sancho sube al camión como cualquier otro día: perfectamente peinado y bota lustrada; ni una gota de sudor delata que se ha tenido que apurar para alcanzar el camión. Los soldados abren el paso y seguimos el camino a la escuela. 

-Que onda Sancho! Que pasó? 
-Hola! Nada, sólo que me desperté tarde y se me iba a ir el camión.  
-Como? Pero vienes bañado, peinado, y muy tranquilo como cualquier otro día. 
-Es que no me iba a dar tiempo de desayunar, entonces hablé a la caseta para que detuvieran el camión mientras me echaba mis chilaquiles. 

"soy el jefe de jefes señores, y decirlo no es por presunción, muchos grandes me piden favores porque saben que soy el mejor" 

1 comment: